jueves, 1 de septiembre de 2005

...en Dios, ...

... en la ciencia, en el amor... En algo. Como parece que, lo que fuere ese algo, por más que lo hemos buscado, no lo hemos podido ni oler, ni ver, ni oír, ni tocar nunca, lo hemos llamado dimensión espiritual; para poderlo distinguir de lo demás, de la realidad concreta en la que a lo único que podemos aspirar es a no morirnos y esto sabemos que, tarde o temprano, terminará sucediendo. Es esta dimensión espiritual en la que localizamos nuestros deseos, nuestros sentimientos, nuestras esperanzas, nuestro conocimiento del mundo también. Es la que nos acerca a Dios la que nos hace semejantes a él. Pero los hombres no somos Dios; vivimos a medio camino entre lo que anhelamos y lo que tenemos, entre lo que queremos y aquello con lo que tenemos que conformarnos, entre Dios y el mundo en que vivimos que tira con fuerza de nosotros reclamándonos para sí...

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