A.- ¿Qué esperas exactamante cuando pides a alguien que te deje leer algo que ha escrito?
B.- ¿Que lo haga?
A.- ¡Ya! Pero... ¿Para qué?
B.- Para saber lo que escribe.
A.- ¿Y qué con eso?
B.- ¿Qué de qué?
A.- ¿Te interesa su vida? Pongamos que escribe su vida.
B.- Todo el mundo escribe su vida.
A.- No hay la misma vida en todo lo que se escribe ¿Qué buscas exactamente?
B.- ... .
A.- Tengo una teoría: es por instinto de supervivencia.
B.- ¿Cómo?
A.- Tu cuerpo, por suerte y por desgracia, es tuyo de una manera que no es de nadie más
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B.- Yo creo que una buena combinación de las dos cosas...
A.- Ni siquiera a eso le encuentro demasiado sentido. No encuentro sentido a leer algo que no tenga algo nuevo que aportar y no creo necesario estimar los millones vidas brillantes precisas para alumbrar algo nuevo.
B.- Si un texto tiene o no algo que aportar lo puede decidir quien lo lee.
A.- No se trata de eso, se trata de que aquello que un texto vaya a aportar lo pueda hacer otro preexistente ¿Qué necesidad hay entonces del segundo?
Dado que esto es algo que toda persona de provecho, en la medida en que lo sea, tiene presente, la única razón que encuentro para pedir a alguien que te deje leer algo que ha escrito es descargarse uno de la angustia que pueda producirle no estar aportando nada nuevo o, en el peor de los casos, nada bueno (si hubiera diferencia) -“No sé si estoy o no haciendo algo bueno pero, por lo menos es mejor que esto otro o es diferente”-. Otra cosa sería que alguien escribiera algo a otra persona, entonces estaríamos habalando de...
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