miércoles, 31 de agosto de 2005

Ayer en la biblioteca...

... mientras estudiaba (poco, como tengo por costumbre) me quedé mirando a una chica. Hasta aquí todo basatante normal. La anomalía llega cuando ella levanta la vista, la posa sobre mí y yo, en vez de apartar la mirada (como tengo también por costumbre cuando algo así sucede), la mantengo sólo un segundo. Ella sonríe, después yo y, a continuación, nos ponemos como sendos tomates maduros ¿Por qué hice esto?

"... supongamos que estás de pie en un bar hablando con uno de tus amigos, cuando tu mirada se cruza con la de una mujer extraordinariamente atractiva que está a menos de veinte metros de ti ¿Qué es lo que hace la mayoría de los hombres? Apartan la mirada. Y lo hacen rápidamente. Por supuesto, también la mayoría de ellos VUELVE A MIRAR DE NUEVO en un par de segundos. Pero ya es demasiado tarde. Examen suspendido. Prueba NO superada."


Estas palabras no son mías, son de Óscar Garrido, autor del libro de autoayuda "La ciencia de la seducción". Habrá a quien, porque lo encuentre trivial o porque le parezca una falacia, el párrafo anterior lo deje indiferente pero a mí, he de reconocerlo, me impactó.


Se me viene al hilo de esto a la cabeza una de las noches que salimos por Málaga esta última feria. Estábamos, no os lo vais a imaginar, en un garito cuando una chica gordita, más bien feúcha, no creo que me equivocara si digo que menor de edad, se nos acercó. Llevaba, a juego con las coletas, una petadísima camiseta naranja por la que tetas y lorzas se salían por igual:


- Perdón: ¿Me podéis dejar dos euros que me faltan para un cubata, por favor?


- ¿Qué?


- Es que no me llega ¿Me podéis dejar algo?


- ¿Para qué lo quieres? ¿Para una copa? ¿Cuánto necesitas?


- Dos euros.


- Anda toma, hija mía.


Al ver que le largaba lo que me pedía sin más, a la chica se le iluminó la mirada con un gesto de sorpresa que parecía decir: "¡No me esperaba tanto!". Y, supuestamente víctima de la emoción que la embargaba, me abrazó y plantó dos sonoros besos, a mí y a Rubén, que pasaba por allí "¡Qué efusividad!" -pensé- "lo que son la juventud y la escasez (no de carne sino de pasta)"...


"Digamos que estás en un bar, hablando con una mujer, y ella te dice: "Invítame a una copa". Tú respondes: "Claro ¿qué tomas?". Bien ¿sabes qué? Ella te ha dicho exactamente qué tenías que hacer y tú la has obedecido sin pensártelo ni un solo segundo. Sin oponer la más mínima resistencia. Sin aprovechar la oportunidad para utilizar algo de humor. No, nada de eso. La has obedecido ciegamente, como si fueras un manso corderito... Quizás lo seas ¡Meeeeeeec! Bocinazo. Respuesta incorrecta....".

(Óscar Garrido)

... A continuación volvió al lugar de la pista de baile que ocupaba (bastante) junto a unas presuntas amigas y algún que otro baboso de mayor edad que intentaba meterles mano con su tácito consentimiento, dejándonos con la eterna pregunta de por qué insistimos en ponernos para salir capas de invisibilidad élfica con lo poco que nos favorecen. No recuerdo si llegó a pedirse la copa...

Pues nada...

... he creado un blog y ahora no sé muy bien qué hacer... Se lo comentaré a los colegas a ver qué se les ocurre...