... un miércoles cualquiera (no exactamente cualquiera, es el inmediatamente anterior a Semana Santa) se tope uno a medio día en la cafetería de su Escuela con un par de compañeros que acaban de defender el proyecto de fin de carrera, porque es una excusa de lo más socorrido y socialmente aceptado para atizarse ligeramente a base de birras (lástima de aceptación social de pelotis en la sobremesa).
Voy a aprovechar pues esta entrada para felicitar a mis compañeros Pedro, Alberto y Pablo que ya son ingenieros (qué envidia y qué guay) y van a poder disfrutar a partir de ahora de una vida de trabajo razonablemente penoso y bien remunerado… Algo de reconocimiento ya se llevan; no ha faltado alguna tía dejando caer un poco más de baba de la que acostumbra al lado de ellos. En fin; si es para follar, bien hallada sea.
La lástima es que no esté lo suficientemente borracho para comentarle al colega de turno o incluso al sufrido camarero eso de que “todo es una mierda y es mentira” y que “todo ese éxito y ese reconocimiento es efímero y la gente en seguida se acostumbra a él, lo deja de valorar y, a la que te descuidas, tu novia se la está chupando al segundo mangas sólo un poco más feo y más pobre que tú que se le ponga por medio” y sé de qué hablo porque yo he sido ese mangas más de una vez (y lo que me he alegrado y lo poco que me sonrojo).
Tampoco es para preocuparse demasiado porque igual que se olvida, se recuerda. Se puede no echar en falta mucha pasta durante un par de horas pero ¿durante un par de años? La perdonarás porque no habrá tenido la menor importancia, de hecho, puede que no tengas ni que hacer el esfuerzo porque nunca te llegues a enterar… mucho mejor.
Si, al final, van a llevar razón los que apuestan por la responsabilidad y el trabajo… Ni siquiera yo me puedo tirar la mayor parte del tiempo follando o intentándolo (no tengo infraestructura suficiente) y, entonces ¿qué te queda?... Pues eso.
¿Sabéis qué? Es verdad: el trabajo dignifica. Así que, aprovechad vosotros que podéis; ya me pudro yo por todos. También es justo que alguien elija una vida cortamente intensa y largamente miserable o se suicide… Porque haya alternativas, para que podáis comparar… pero tenéis que saber lo que os estáis perdiendo. Bueno, eso no podéis hacerlo… no podéis. No os voy a pedir que seáis superhéroes, bastará con que os hagáis una idea.
Imaginaos que salís cada vez más, imaginaos que pasáis cada vez más tiempo borrachos y menos sobrios, pensad que cada vez os cuesta menos ser divertidos sin proponéroslo, que cada vez pilláis más, que empezáis a entender de qué va un poco todo esto… a la misma vez que se va haciendo vuestra situación incompatible con cualquier forma conocida medianamente digna de vida y que en vuestra consciencia de ello halláis vuestra Némesis… que empezáis a estar más orgullosos de lo que conseguís con alcohol que sin él porque es más y mejor y, aún así, perfectamente inútil, al parecer.
Me he metido en un jardín muy jodido. Nunca sospeché, de verdad, que tener la clase de éxito que estoy teniendo, que veo que voy a tener, pudiera suponer la clase de obstáculo que es. Y, pese a que me doy perfecta cuenta, no puedo pararlo. Aún peor; quiero llegar más lejos… mucho más lejos. Hasta donde sé que no me quedará ninguna esperanza pero donde sólo un instante antes habré estado más arriba que nunca.
El alcohol y las mujeres, el alcohol y las mujeres, el alcohol y las mujeres… ¡Repetidlo conmigo! No hace falta que lo gritéis, basta con que lo veáis: “El alcohol y las mujeres, el alcohol y las mujeres, el alcohol y las mujeres…” aunque suene a tópico... Mujeres que te miran, que te escuchan, que se ríen, que te besan, que se te abren de piernas, que te piden gimiendo que, por favor, lo hagas… ¿Cómo se puede pensar después en nada más?...
¿Qué?