miércoles, 28 de junio de 2006

Hoy va de guarras*

(*) Advertencia: el contenido de esta entrada puede resultar inapropiado e incluso ofensivo para mentes orto-doxas. Si acostumbra Vd. a pensar con el culo, le rogamos, prescinda de su lectura.

Conste que no tenía la más remota intención de escribirlo pero ha sido
tal la palpación genital a la que me han sometido...

Entiendo por guarra, no a la mujer grosera y sin modales de la Real Academia sino a aquélla que actúa como a un hombre le gustaría hacer1. Permítaseme señalar que deriva de la propia definición la inexistencia del equivalente masculino, así como el más que probable origen femenino de la acepción. El hecho de que la expresión efectivamente se use, sumado al de que no la haya inventado yo, aduce a pensar que las guarras existen, como existen las mentes feministoides y bienpensantes que denuncian el supuesto machismo de emplear semejante término… ¡Claro! Pienso yo, porque ser una guarra es cojonudo2 y ojalá las tías fueran todas unas guarras (quiero decir en público, porque en privado, en mayor o menor medida, lo son)… ¡Pues no! Resulta que ser una guarra no es malo pero se puede condenar sin el menor asomo de esquizofrenia la utilización de dicho calificativo por considerarlo ofensivo ¡¿Por qué cojones?! Como jamás diría la por mí idolatrada guarra de Paris Hilton: "¿Esto cómo se come?".


1.- No confundir con salida, que sería la que, queriendo ser una guarra, no puede por gorda y/o fea.

2.- Otro ejemplo de machismo en el lenguaje; si fuera insufrible, podría decir que es un coñazo.

jueves, 15 de junio de 2006

No me inspiran ninguna confianza las tías buenas que siempre se ríen, pero me gusta que lo hagan. Pueden, ellas sí, ser crueles y recordarme lo mal hecho que estoy porque, si lo dicen ellas, es verdad. Pueden elegir y desecharme, pueden, caminando por la calle, pasarme por alto (por bajo), pedir aquello que no tengo sin necesidad de soñar con ello. Ellas no son posibles y yo, por la boca de la madriguera en que no existo, olfateo su indiferencia que es mayor, mucho mayor. Sólo con cierta condescendencia se recuerda que la zoofilia ocurre en esas contadas ocasiones para las que uno puede vivir, si quiere.

Cómo odio a aquéllos a los que se entregan, su puto sometimiento como una burla más. No te lo tomes como algo personal; ni siquiera sé que existes... ¡Qué mono!... ¡Qué rico!... ¡Qué gracioso!... ¡Qué hija de puta!