... entre las mesas de la biblioteca como evasión de una guerra que se libró en mi cabeza. No es una metáfora. Puedo ver terroristas morir como ficheros se eliminan, sus cabezas atravesadas por la munición pesada que dispara una sofisticada arma de la que no se pueden ocultar, la destrucción de una flota aérea por fuego de infantería, soldados que, víctimas de una trampa, son mutilados a machetazos en una embarcación de transpote, los crueles gritos de unos paramilitares triturando el sexo de una prisionera con una viga oxidada... Un sueño que me causa un malestar que yo mismo produje.
Las curvas del lomo del dragón se retuercen en mi cabeza, me distraen del ficticio sufrimiento que, no entiendo por qué, imaginé una noche en que mi vida quedó sólo un poco más clara. Me pregunto si me evadía entonces como ahora al recordar qué sentí; una presencia poderosa y expeditiva que fracasa al ocultar que no lo es tanto, su fragilidad e indefensión ante una voluntad casi infinita de hacerle daño, mi práctica incapacidad de enfrentar por momentos el horror que presenciaba superada por la revelación de que no era cierto, de que no tenía por qué serlo.
Poco antes de acostarme me habían recordado cómo la incertidumbre se evita por ignorancia o no se evita y que mis problemas no son muchos más ni muy diferentes. Puede que el sueño fuera un modo de sentir que mi principal enemigo soy, precisamente, yo mismo.
1 comentario:
Ahora que releo esta entrada caigo en la cuenta de que los que tengo no son verdaderos problemas; no son cuestión de vida o cruel y dolorosa muerte como en el sueño.
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